MATAR A UN RUISEÑOR, Harper Lee

Desde aquel momento el verano transcurrió en una diversión que llenaba todos nuestros días.

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La señorita Caroline parecía no darse cuenta de que los andrajosos alumnos del primer curso, con camisas de algodón y faldas de arpillera, y muchos de los cuales habían cosechado algodón y cebado puercos desde que aprendieron a andar, eran inmunes a la literatura.

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…y los otros me miraban con la inocente certidumbre de que la familiaridad trae consigo la comprensión.

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Hay hombres tan… tan ocupados en acongojarse por el otro mundo que no han aprendido a vivir en éste.

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…los ladridos de los perros lejanos hacían que la oscuridad pareciera aún más desolada.

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¿Todos los abogados defienden a los nnn… negros, Atticus?

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Es posible que oigas cosas feas, pero haz una cosa por mí, si quieres: levanta la cabeza en lugar de levantar los puños. Te digan lo que te digan, no permitas que te hagan perder los nervios. Procura luchar con el cerebro, para variar… Es un cambio excelente, aunque tu cerebro se resista a aprender.

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El motivo de que personas razonables se pongan a delirar como dementes en cuanto surge un tema relacionado con un negro es algo que no pretendo comprender…

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Tu padre tiene razón –me respondió-. Los ruiseñores no se dedican a otra cosa que a cantar para alegrarnos. No devoran los frutos de los huertos, no anidan en los graneros, no hacen nada más que derramar el corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar a un ruiseñor.

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Las personas sensatas no se enorgullecen de sus talentos –respondió la señora Maudie.

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La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia individual.

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Hija, no es un insulto que a uno le den un nombre que a otro le parece malo. Ello le demuestra a uno lo mísera que es la otra persona, y no le hiere.

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¿Ha muerto libre? –preguntó Jerm. / Como el aire de las montañas –respondió Aticus.

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Uno es valiente cuando, sabiendo que ha perdido ya antes de empezar, empieza a pesar de todo y sigue hasta el final pase lo que pase.

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La tía Alexandra alimentaba la creencia, que expresaba de un modo indirecto, de que cuanto más tiempo había pasado una determinada familia asentada en la misma tierra, tanto más distinguida y excelente era.

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¿Quieres de veras que hagamos todas esas cosas? Yo no puedo recordar todo lo que se da por supuesto que los Finch deben hacer… / No quiero que recuerdes nada. Olvídalo.

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Ha tratado de educarlos según sus propias luces, y conste que las tiene muy buenas… Y otra cosa: los niños la quieren.

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La cárcel era el único tema de conversación de Maycomb: sus detractores sostenían que parecía un retrete victoriano y sus defensores afirmaban  que dotaba a la ciudad de un aspecto sólido y respetable y que ningún forastero podía sospechar que estaba llena de negros.

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Dice que por todo lo que ha podido seguir de la línea de antepasados de los Finch, nosotros no lo somos; pero por lo que sabe, también sería posible que hubiésemos salido de Etiopía en los tiempos del Antiguo Testamento. / Bien, si salimos durante el Antiguo Testamento, hace tantísimo tiempo que ya no importa. / Esto es lo que yo pensaba –contestó Jem-, pero en estas tierras te  conviertes en negro, si por tus venas corre una gota de sangre negra.

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¿De qué tenía miedo? / Señor Finch, si usted fuese negro como yo, también se habría asustado.

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Ella es blanca, y provocó a un negro. Hizo una cosa que en nuestra sociedad no tiene explicación: besó a un hombre negro.

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Éste es tu país, hermana –respondió Atticus-. Se lo hemos forjado de este modo, y vale la pena que aprendan a aceptarlo tal como es.

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Me dijo que portar un arma equivale a invitar al otro a que dispare contra ti.

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Se da por supuesto que el voto de un jurado ha de ser secreto. Pero formar parte de un jurado obliga a un hombre a tomar una decisión y pronunciarse sobre algo. A los hombres esto no les gusta. A veces es desagradable.

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Hay cuatro clases de personas en el mundo. Existen las personas corrientes como nosotros y nuestros vecinos; las personas de la especie de los Cunningham, que viven en las afueras; la especie parecida a los Ewell, del vertedero, y los negros.

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Atticus me dijo una vez que en buena parte ese cuento de la “familia antigua” es una tontería, porque la familia de uno es tan antigua como la de cualquier otro. Yo le pregunté si también se refería a gente de color y a los ingleses, y él me dijo que sí.

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Yo creo que sólo hay una clase de personas: personas.

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Acabó con diecisiete agujeros de bala en el cuerpo. No era preciso que le disparasen tanto.

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Tanto si Maycomb se da cuenta como si no, estamos rindiendo a Atticus el tributo más grande que podemos rendir a un hombre. Ponemos en él la confianza de que obrará rectamente. Es así de sencillo.

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…un pájaro solitario desgranaba su repertorio.

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En las cosas cotidianas, la gente sigue apegada a sus hábitos, aún bajo las condiciones más peculiares.

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A veces pienso que como padre he fracasado, pero soy el único que tienen. Antes de mirar a nadie más. Jem me mira a mí, y yo he procurado vivir de forma que siempre pueda devolverle la mirada sin desviar los ojos…

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Atticus, era un chico bueno de verdad… (…) Scout, la mayoría de las personas lo son cuando uno finalmente las ve.

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